La ONU ante el mundo
árabe: de la abstención a la intervención
Tradicionalmente, la postura de las Naciones Unidas frente a
los conflictos en el mundo árabe ha oscilado de la indiferencia a la intervención
directa, algo que depende, en gran medida, de los intereses de las potencias
occidentales en la zona, sobre todo si es rica en recursos, como sucedió con
Iraq y Libia. Su- hasta ahora- pasiva posición ante los conflictos sirio, palestino
o maliense puede que no tenga tanto que ver con la existencia de intereses
encontrados en el Consejo de Seguridad como con el miedo a hacer estallar esa
bomba de relojería que es Oriente Próximo o la franja de Sahel.
El reconocimiento de Palestina como Estado observador por
parte de la ONU el pasado jueves, a pesar de los potentes aliados con los que
cuenta Israel (Estados Unidos, Canadá...), considerado principal bastión frente
al fundamentalismo islámico en Oriente, parece suponer un paso adelante en el
proceso de estabilización de la región. Sin embargo, las represalias de Israel no se han hecho
esperar; la congelación de los fondos recaudados por Tel Aviv en nombre de la
Autoridad Palestina o la construcción de viviendas israelís en Cisjordania no
son más que el principio.
Si bien el conflicto palestino-israelí parece encauzado tras
semanas de violencia constante, la guerra en Siria- que ya se ha cobrado
alrededor de 20.000 muertes- continúa sin que la ONU se atreva a intervenir
debido al veto de China y Rusia. Precisamente hoy, el Secretario General de la
OTAN ha advertido de que cualquier uso de armas químicas por parte del
Presidente Bashar al-Assad provocaría una reacción internacional inmediata. Por
ahora, la OTAN se ha contentado con preparar el despliegue de misiles
antiaéreos en Turquía, algo que Irán (definido como el enemigo más poderoso de
Occidente por su posesión de armas nucleares) considera el preludio de una
intervención militar en Siria. Sin embargo, tanto los rebeldes sirios como las
fuerzas del régimen continúan con su política del terror, cometiendo crímenes
contra civiles e ignorando la reprobación de la Comunidad Internacional. Tal y
como afirma el presidente del Comité Nacional de Coordinación para el Cambio
Democrático en Siria (CNCCD), Haytham Manna, "una intervención militar no
es posible, nadie hará lo que se hizo en Iraq para acabar con Sadam Husein o en
Libia para matar a Gadafi, no tenemos esa materia prima que tanto interesa”.
Otro de los focos de conflicto del mundo árabe es Mali, que
algunos consideran ya el Afganistán africano por llevar meses controlado por
integristas islámicos que aplican la sharia de manera contraria a los derechos
humanos (amputaciones de miembros, lapidaciones, etc.). El Consejo de Seguridad
de la ONU, presionado por Francia (con intereses económicos en el país), ha
pedido a Ban Ki-Moon que intervenga lo antes posible en Mali. El Secretario
General, más preocupado por la situación en Oriente Próximo, prefiere optar por
el diálogo con los tuareg con el fin de derrotar a al-Qaeda, y se ha negado a
correr con los gastos de la operación, a pesar de que el islamismo radical se
extiende a pasos agigantados por el Sahel, aquejado de hambruna crónica.
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